Una enfermedad es una crisis del cuerpo que, para combatirla, lo hace reaccionar. Si la gana, algo habrá cambiado en este cuerpo.
Desgraciadamente, estos días de crisis veo poco liderazgo político, no he escuchado mensajes que estimulen el ciudadano para darle la confianza necesaria para aguantar con serenidad la gravedad del momento. Los mandamases no están a la altura del reto global que supone la COVID-19, quizá por inesperado les ha superado largamente. Realmente ¿era impensable la situación actual? He visto películas donde el escenario es tan catastrófico como el actual. Ninguna entidad mundial, desconozco si quizás la OMS, ¿tenía un protocolo teórico de actuación global? De nuevo la realidad delante de la ficción.
Si miramos a Europa, parece de nuevo dividida, norte y sur; una evidencia más que eso de Europa nos lo creemos los ciudadanos y no los estados. Los funcionarios de Bruselas, ¿dónde están?
Los efectos serán duros y cambiará nuestra percepción del mundo. A nuevos retos se necesitan soluciones innovadoras. El modelo que decae con esta crisis es el de finales del siglo XX, basado en un consumismo desaforado que nos ha llevado a un progreso asimétrico donde los valores éticos están suplantados por sucedáneos.
Afortunadamente la gente cuando tiene retos reacciona. Hay que hacer un reconocimiento al personal sanitario por su esfuerzo y no olvidemos la gente que busca iniciativas de todo tipo para ayudar. Aplican aquello tan elemental que el problema del otro también es mi problema. A partir de aquí, y no de leyes mediocres o de confusas regulaciones trampa, es donde está la raya del cambio para mejorar. El ciudadano debe empoderar, debe desempeñar un papel más activo, hay más realismo y menos retórica de la confusión. A cambio de una falsa seguridad hemos renunciado a ejercer de ciudadanos críticos. Ser crítico no es ejercer una crítica indiscriminada, es actuar con criterio.
El poder debe volver al ciudadano. No nominalmente. Quiero representantes que den la cara, que pasen cuentas, y quiero los mejores para mi territorio. Pido listas abiertas y la asunción de responsabilidades políticas, basta de «gregarios prembotones». El poder debe ser cercano al ciudadano, por ello dotar de más recursos al mundo local es básico. La centralización tiende a la burocratización y la discriminación, y tengo la sospecha de que también en la mediocridad.
La solución económica forzosamente ha de ser global, es necesario que se rescate directamente a los ciudadanos aliviando indirectamente la presión a las empresas, no puede ser que todo pase por endeudarse más con las entidades financieras. Los fondos para la recuperación económica no pueden venir de los especuladores de turno, el dinero se puede crear, es una convención basada en la confianza del emisor, no es una realidad física ni matemática. En otro caso, el empobrecimiento de unos respecto de los otros será socialmente insostenible, además de indigno, y volveremos a igualar hacia abajo.
Será muy importante que tengamos en cuenta la naturaleza, de verdad, sin eslóganes políticamente correctos. Reclamamos su preservación, si bien será necesario el compromiso en el comportamiento de cada uno en su día a día. Un nuevo modelo es posible, hacemos entre todos, necesitamos pluralismo, necesitamos que cada individuo trabaje su fuerza intelectual para aportarla a la nueva sociedad.
ANTONI BOU MIAS – ECONOMISTA
Artículo publicado en EL PUNT AVUI (05/09/2020)